No es nuevo que distribuir películas en la pantalla grande se hace más y más complicado.
No sé si alguna vez fue fácil, pero todos coinciden en lo imposible que está siendo llegar a esos complejos de salas con grandes afiches y popcorn con sobreprecio. Con la baja en los costos de producción vino la sobreoferta de películas que, sumados a las películas gringas (las con mayor entrada en nuestro país), no dejan espacio disponible para tanta producción nueva en la pantalla grande, tanto en Chile como en el resto del mundo. ¿Vale la pena que estén todas las películas en la pantalla grande? ¿Sí? ¿por qué no programar en televisión o en internet?
Hace un mes, en la escuela de cine de USC, en California, reunieron a Spielberg y Lucas para la inauguración de un nuevo edificio. Al ser preguntados por el estado del cine actual, George Lucas comentó: «Creo que eventualmente las películas como ‘Lincoln’ van a desaparecer de las salas y llegarán a la televisión». «Como le pasó a la mía» -comentó Spielberg- «estuvo a esto, a esto (de ser una película para la TV), si no pregunten en HBO».
«Estamos hablando que Steven Spielberg y George Lucas no logran meter sus películas en una sala», dijo George Lucas. «El camino para meter tu película se está haciendo más y más pequeño».
La respuesta para muchos se reduce a dos caminos: el lamento puro y duro o la ley de cuotas de pantalla. Mientras en Chile muchos comienzan a debatir la mencionada ley (que obliga a los distribuidores programar cine nacional sin importar el éxito o la competitividad que tenga), nadie se preocupa de distribuir en otras pantallas. ¿Usted realmente quiere competir donde no hay cabida? ¿Por qué seguirse arriesgando gastando plata en copias si no recuperará su plata (o la de los inversionistas)?
Actualmente hay modelos de negocios rentables para sus contenidos en internet, en televisión (abierta y cable) y en otras plataformas (VoD, Netflix, etc). Si hasta plataformas como Youtube y Vimeo tienen ahora sistemas de “Revenue share” (repartición de ganancias) con los realizadores.
A ratos parece ser un tema de ego: ¿Le interesa ver su “obra maestra” en una marquesina o que su película sea vista en la pantalla que sea?
El Tragaluz 