Mirageman

La costumbre de ver superhombres con superpoderes o bien con fortunas familiares, me hacía pensar que en éste subdesarrollado y curioso rincón del mundo jamás gozaríamos de la protección de un superhéroe. Afortunadamente, el director Ernesto Díaz y su partner Marco Zaror me demostraron estar equivocado, pues de su mente nacería un superhéroe que brilla por su sencillez económica y que, sin duda, habla con humildad del Chile actual.

 

Antes que todo debo confesar que tenía algo de miedo al entrar a ver la película. No por su contenido, sino por la idea -cada vez más consolidada en mi mente- de que, en el caso de las películas, una buena estrategia de marketing muchas veces se transforma en una gran desilusión en la sala, al punto de querer felicitar al publicista que creó la campaña pero golpear al director de la cinta. 

 

Afortunadamente, este no fue el caso. ‘Mirageman’ es una película de excelente nivel, con un guión no perfecto pero lejano también de la deficiencia, lleno de citas y homenajes a otras películas y, quizás lo mejor de todo, cargada con una gran cuota de humor dada por una mirada sincera a la idiosincrasia nacional. Mirageman es una película profundamente chilena, un retrato más costumbrista que muchas películas autodenominadas costumbristas, que refleja cómo se mueve la opinión pública actualmente. 

 

En términos meramente formales, merece comentario el hecho no menor de que Maco, el personaje principal interpretado por Zaror, habla poco o nada, dejando que la narración se lleve a cabo a través de las imágenes y luego gracias a los diálogos de quienes lo rodean y la información dada en la prensa. De esta forma, Maco se presenta como un outsider, un hombre que está en un mundo ajeno a él, donde los códigos de lo aceptado y lo no aceptado son complejos, casi innentendibles para el héroe.

 

Mirageman, desde su particular forma de humor y con un estilo setentero innegable, habla desde (y hacia) una sociedad donde los famosos duran poco (aunque se les escucha mucho) y donde cualquier acto de buena voluntad es tomado como una locura o despedazado como una idiotez. Quizás igual de terrorífico que Ciudad Gótica, Santiago se muestra como una ciudad poco amable donde pocos toman el riesgo que implica hacer el bien.  

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